¿Por qué durante tanto tiempo no se ha facilitado los sacramentos a personas con discapacidad? ¿Bajo qué argumentos se presentaba?
Durante siglos las personas con discapacidad intelectual han tenido restringido el acceso a los sacramentos. Y debo decir que todavía está muy restringido el acceso a ciertos sacramentos. Estoy pensando, aunque quizá sea adelantarme, que el acceso de las personas con discapacidad intelectual al sacramento del matrimonio está MUY mal mirado, incluso diría que se da por descartado, al igual, que el sacramento de a las órdenes sagradas. Aunque en la historia ha habido personas con discapacidad que han sido ordenados sacerdotes – citaré únicamente a San José de Cupertino – hoy en día creo que sería impensable. Sin embargo conozco varias personas con discapacidad intelectual que si se abriera la opción del diaconado permanente a ellos, probablemente dieran un SÍ, un FIAT, con más aplomo, seguridad y más compromiso del que hoy se percibe en algunos de los diáconos.
Los argumentos en contra de impartir los sacramentos a personas con discapacidad van desde una visión característica del desconocimiento de qué es la discapacidad intelectual: «Son angelitos», «No necesitan confesarse ni comulgar porque no pecan» (¡¡ Ja, ja !!) – yo pensaba que solo la Virgen María era Inmaculada (y Nuestro Señor, por supuesto), pero al parecer hay quien piensa que por tener discapacidad intelectual deberías ser automáticamente canonizado.
El argumento más frecuente para negarles la comunión es que «no entienden lo que hacen». Es un argumento que no se tiene en pie ni un segundo, pero daré mi contra argumentación en tu segunda pregunta.
Por el contrario, ¿por qué estas personas sí tienen que recibir los sacramentos?
En primer lugar, como respuesta general, pensando en cualquier persona con discapacidad y cualquier sacramento, deben recibir los sacramentos precisamente por lo que es un sacramento:
Según el punto número 1.116 del Catecismo de la Iglesia Católica: «Los sacramentos, como «fuerzas que brotan» del Cuerpo de Cristo (cf Lc 5,17; 6,19; 8,46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son «las obras maestras de Dios» en la nueva y eterna Alianza.»
Negar los sacramentos a algunas personas por el hecho de que tengan una discapacidad, del tipo que sea, sería negar a Nuestro Señor la posibilidad de transmitir su Gracia a estas personas. Por supuesto si se les negara el bautismo sería negarles que fueran Hijos de Dios. Puede parecer increíble pero sí, conozco un caso en el que un sacerdote negó el sacramento del Bautismo a un niño, ya algo mayor, porque tenía autismo. Su argumento era que «no lo necesitaba».
Pero cualquier otro sacramento transfiere la Gracia de Dios al que lo recibe. ¿Por no poder andar, no poder ver, oír, o no poder resolver problemas de lógica formal, pierdes la dignidad necesaria para recibir la gracia de Dios?
Si nos fijamos en cada sacramento individualmente diríamos:
1) El bautismo. El mandato de Jesús es claro: “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt: 28,19). No dijo «id y haced discípulos a los que caminen, vean, oigan, y tengan un C.I. superior a 70». Hay que recordar que uno de los episodios en los que el Señor mostró su enfado fue cuando los discípulos impedían que los niños se acercaran a Él. No me quiero ni imaginar cual hubiera sido su respuesta si hubieran impedido acercarse a ciegos, o a sordos, o tetrapléjicos o a personas con síndrome de Down.
2) La confesión: La idea de que por tener cualquier tipo de discapacidad no pecas, es negar la naturaleza humana, negar la acción del pecado original en algunas personas, negar su concupiscencia. Tan pronto tenemos un poquito de uso de razón nuestro YO va a hacer de las suyas. Va a aparecer el egoísmo, va a aparecer el deseo de imponer mis deseos y mis gustos frente a los de los demás … tengas discapacidad o seas la persona mejor estructurada física y neurológicamente. Del pecado no nos libramos nadie (salvo los casos antes mencionados). Por tanto, si somos pecadores, ¿cómo negar el perdón de Dios a un pecador arrepentido? Desde mi humilde punto de vista, decir que «no necesitan confesarse» es negar a acción santificante del sacramento. Es reducirlo a un mero gesto en el que Dios realmente no actúa.
3) La comunión: Probablemente es el sacramento que es más frecuentemente que se niega a las personas con discapacidad (y a consecuencia de ello también se les niega la confesión, ya que «¿si no va a comulgar, para qué van a necesitar confesarse»). ¿Por qué deben comulgar?
La primera vez que tuve el privilegio de hablar de espiritualidad en personas con discapacidad intelectual fue en un congreso sobre síndrome de Down, ese mismo día, antes de mi conferencia, el Señor me hizo el regalo de darme una luz durante la Santa Misa. A pesar de haberlo oído en cada Misa me percaté de las palabras: «Tomad y comer TODOS de él»; «Tomad y beber TODOS de él». ¡¡TODOS!!, no dijo «aquellos que tengáis un C.I. por encima de 70» dijo «TODOS». Lógicamente hay que estar en gracia para recibirlo con dignidad, pero ¿acaso hay algo indigno en tener discapacidad?
Cuando se les niega la comunión a una persona con discapacidad estamos diciendo «tú no eres digno».
Al argumento de que «no entienden lo que están haciendo, no comprenden la comunión» siempre digo que si el requisito es comprender que por la transustanciación un pedazo de pan pasa a ser el Cuerpo de Cristo y un poco de vino pasa a ser la Sangre de Cristo, entonces no debe comulgar ni el Papa. Y lo digo literalmente.
Nadie, absolutamente NADIE comprende la Eucaristía. La demostración es que al terminar la consagración el sacerdote dice: «este es EL misterio de nuestra fe». «EL misterio», no un misterio, sino EL MISTERIO. No hay un misterio equiparable al de la Eucaristía. ¿Lo comprendemos?, en absoluto, lo que hacemos es un acto de fe, y eso gracias a Nuestro Señor que nos lo concede. Pues a FE no vamos a ganar a las personas con discapacidad intelectual. Son muchos los casos conocidos de crisis de fe en la Eucaristía que han sufrido muchas personas, incluyendo sacerdotes. Pero si a una persona con discapacidad intelectual sus padres le dicen: «después de que el sacerdote pone sus manos sobre el pan y el vino, y dice las palabras de la consagración, el pan deja de ser pan y se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino deja de ser vino y se convierte en la Sangre de Cristo», esa persona NUNCA lo pondrá en duda, porque se lo han dicho papá y mamá, y ellos nunca mienten. Las personas con discapacidad intelectual no tienen crisis de fe. Creen, con una sencillez y una convicción que más quisiéramos muchos alcanzar.
Por último, un argumento que me enseño un sacerdote, D. José María Calderón, a la sazón mi hermano. Él me explicó: si el Señor acepta y tolera que tú y yo comulguemos (siempre y cuando estemos en gracia), que somos grandes pecadores y que tenemos un corazón muy sucio, ¿cómo no va a querer ser recibido en corazones tan limpios como los de las personas con discapacidad intelectual?
Negar la comunión a personas con discapacidad es negar al Señor a entrar en corazones limpios.
4) La confirmación. A mi me parece que el sacramento de la confirmación es el que la Iglesia tiene menos claro. Mis hermanas mayores hicieron la confirmación con seis años, antes de la primera comunión y sin preparación ninguna, ahora es después, en plena adolescencia. Hay diócesis donde se exige haber sido confirmado para contraer matrimonio canónico, otras no …
Para mi la confirmación tiene sentido a la luz de los versículos 16 al 18 del capítulo 26 Deuteronomio:
“Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma. Hoy has elegido al Señor para que Él sea tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos.”
Somos nosotros los que elegimos al Señor para que sea nuestro Dios y seguir sus caminos y, a la vez Él nos ha elegido para que seamos su propio pueblo. Es una elección mutua, es un amor esponsal, y la confirmación es el medio para explicitar esa mutua alianza.
¿Acaso no puede el Señor confirmar su amor por cualquier persona por el hecho de tener discapacidad?, ¿Acaso no puede, más aún no debe, una persona confirmar su elección por el Señor, la opción por seguir sus caminos, observar sus mandatos y escuchar su voz?
5) El matrimonio. A día de hoy son muchos los que piensan que las personas con discapacidad no pueden casarse. No tienen derecho a casarse. Es ridículo. Es cierto que la mayoría de ellos no lo harán, pero hay un porcentaje de personas con discapacidad (me refiero a la discapacidad intelectual, ya que no entiendo que nadie lo cuestione en casos de discapacidad sensorial o motora), que cumplen los requisitos suficientes y necesarios para contraer matrimonio. ¿De qué van a vivir?, ¿Cómo van a organizarse?, eso no son cuestiones eclesiales ni de fe. Esas cuestiones no incumben a la Iglesia. Si tienen la capacidad de entregarse libre y voluntariamente, y están decididos a amarse y respetarse mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del matrimonio, durante toda la vida, entonces no hay impedimento para que se casen.
Desgraciadamente es cierto que muchas personas, sin los conocimientos profesionales necesarios (ni desde la neuropsicología ni desde el derecho – que podría negarles la libertad) deciden que por tener discapacidad no son libres. Pero la Iglesia afirma que:
“Pueden contraer matrimonio aquellos a quienes el derecho no se lo prohíbe”.
Pero es que ¿acaso es libre alguien?, ¿acaso no estamos en constante lucha contra nuestros límites, nuestras pasiones, nuestra concupiscencia?
¿Acaso se hace una prueba de inteligencia, de entrega, de sinceridad a los novios cuando se acercan a pedir el matrimonio a la Iglesia? NO, pero si tienen discapacidad intelectual entonces sí que se les exige a ellos lo que no se ha pedido al resto.
6) Orden sacerdotal: como decía anteriormente, al menos San José de Cupertino fue ordenado sacerdote, a pesar de su discapacidad intelectual. Pero es que resulta dudoso que San Juan María Vianney fuera capaz de aprobar hoy todas las asignaturas de la carrera de teología, requisito para llegar a ordenarse, ¡y es el patrono de los párrocos! De nuevo, tal y cómo he mencionado en el caso del Matrimonio, lo cierto es que sería un porcentaje mínimo (de entrada solo serían hombres) los que se pudieran llegar a plantear la vocación. Sin embargo, insisto, conozco varios jóvenes y hombres con discapacidad intelectual que, si llegaran a conocer el diaconado permanente, podrían encontrar en ese servicio su medio para entregarse al Señor. Hoy en día, desgraciadamente, esta propuesta es considerada revolucionaria y por tanto despreciada por la Iglesia, pero conociendo la labor que ejercen los diáconos permanentes y conociendo a cientos de personas con discapacidad intelectual, no veo ninguna incompatibilidad entre ambas.
7) Unción de enfermos: No tengo conocimiento de que nunca se haya negado este sacramento a una persona con discapacidad, del tipo que sea, y quiero pensar que a nadie se le ocurriría negársela, aunque se podría dar el mismo argumento que en el caso de la confesión ¿no?, si se piensa que ellos no tienen capacidad de pecar ¿para qué recibir este sacramento?
¿Ha habido dolor en estas personas y en sus familias por tener tantas dificultades?
Siempre he dicho que nada produce más orgullo en un padre que el éxito de un hijo, y nada le duele más que su sufrimiento, por tanto cuando una persona con discapacidad sufre discriminación y se le dificulta o incluso se le niega el acceso a algún sacramento, él sufre, pero creo que es mayor el dolor de los padres. A menudo la persona con discapacidad ni siquiera es consciente de que se le está negando ese sacramento, los padres prefieren protegerles y mantenerles al margen (en cierto modo también protegen a la Iglesia, no quieren que la persona que sufre el agravio rechace a su Madre), pero el dolor de la familia es muy grande y, en varias ocasiones, he visto como fruto de esas dificultades o ese rechazo la familia entera se ha alejado de la Iglesia y ha cuestionado el sentido de su fe.
¿Qué dice la Iglesia al respecto? Porque un sacerdote puede decir una cosa, y la Iglesia otra.
Son varios los documentos de la Iglesia que abogan por la incorporación de las personas con discapacidad a la vida de la Iglesia con pleno derecho, desde documentos de algunos dicasterios del Vaticano, como documentos de conferencias episcopales de diferentes países y cartas apostólicas de Francisco y de Benedicto XVI.
¿Por qué a pesar de las directrices que son tan claras hay todavía sacerdotes reacios a ofrecer los sacramentos a personas con discapacidad?, para mi es evidente que es una cuestión personal del sacerdote. En la diócesis de Madrid hay una Comisión de Discapacidad y una Comisión de Catequesis para Personas con Discapacidad. Desde ambas se elaboran documentos y se ofrece ayuda a todo el que la necesite y la busque, ¿por qué muchos sacerdotes prefieren ir por libre en lugar de buscar consejo de los que saben …? habría que preguntárselo a ellos.
¿Por qué te involucraste en esto? ¿Qué te movió a dedicar tu tiempo?
Llevo casi treinta y tres años dedicado profesionalmente a la discapacidad, y desde hace ya muchos años he oído la queja de padres (sobre todo de madres) al sentir que sus hijos eran excluidos, ignorados y apartados de la vida de las parroquias, familias que pertenecían a diferentes movimientos eclesiales en los que no encontraban un lugar para sus hijos. Fueron estas voces las que nos animaron a fundar la Comunidad de Oración Amigos En Jesús, Jerome Lejeune. Quisimos abrir una pequeña puerta para acoger a las personas con discapacidad, y poder recibir y aprender con ellos y de ellos su capacidad para confiar y amar al Señor, esa forma tan genuina, tan parecida al Caminito de Sencillez propuesto por Santa Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz (en pocas ocasiones la Santa utilizaba la conjunción Y entre ambas advocaciones).
¿Qué es lo que hacéis exactamente para que puedan recibir los sacramentos? Puedes ponernos ejemplos.
Lo que hacemos es ofrecer formación, una vez a la semana y después hacemos media hora de Adoración ante el Santísimo. No es una formación reglada, en el sentido de seguir el catecismo, es más bien una formación muy cristológica y eucarística. Además buscamos sacerdotes que quieran acompañarnos para la celebración de la confesión y la comunión, pero aunque parezca increíble, este es un objetivo que todavía no hemos logrado. Hay pocos sacerdotes y están muy ocupados. Debo decir que hemos recibido ayuda de dos párrocos, pero están muy distantes y nos da mucha vergüenza tener que hacerles desplazarse varios kilómetros para que vengan a nuestra parroquia.
¿Cómo lo planteáis? ¿Cómo han surgido las distintas ideas para llevarlo a cabo?
Desde el principio la Comunidad de Oración Amigos En Jesús Jerome Lejeune nació como comunidad eucarística, es decir, sabíamos que el centro debía ser la Adoración, pero para que Jesús pueda estar Sacramentado es necesario la Santa Misa, por eso nuestra idea siempre ha sido celebrar una Misa al mes para vivirla en Comunidad y abierta a la parroquia y a todos los que se quisieran acercar a conocer nuestra realidad. Además así podíamos hacer que los miembros de la Comunidad, aunque todos vayan a Misa los domingos, pueden tener una celebración en la que participar más activamente, vivir muy de cerca el Sacramento; pero como si de un juego de dominó se tratara, para poder celebrar la Santa Misa plenamente y poder recibir la comunión antes celebramos el Sacramento de la Reconciliación. No es siempre fácil para las personas con discapacidad poder confesarse, ya que debido a sus dificultades de comunicación el sacerdote puede no comprender lo que el penitente quiere transmitirle, por eso hacemos un acompañamiento, les ayudamos a hacer el examen de conciencia, y les ayudamos a llevar por escrito lo que ellos quieren transmitir al sacerdote. Lo escriben – o alguien lo hace por ellos – en un papel blanco con forma de corazón. Ese papel se lo entregan al sacerdote y, después de impartirles la absolución, les entrega otro papel blanco con forma de corazón pero completamente en blanco, como signo de que su corazón ya está limpio del todo.
Cuando salen del confesionario vienen con una gran sonrisa, felices y reciben el aplauso de todos.
¿Participáis y les acompañáis cuando reciben los sacramentos?
Sí, tanto para la celebración del sacramento de la confesión como para la celebración de la Eucaristía es una actividad de la Comunidad, todos participamos, no solo estamos juntos, sino que verdaderamente compartimos la alegría de recibir la gracia de Dios a través de sus sacramentos.
¿Cuántas personas han recibido los sacramentos gracias a esta iniciativa?
A lo largo de estos años, varios jóvenes con discapacidad intelectual de nuestra Comunidad han recibido la primera comunión (y las que les han seguido). Son ceremonias preciosas, muy preparadas y muy íntimas, a diferencia de las celebraciones grupales de los colegios o las parroquias, solo uno recibe la primera comunión y todos estamos ahí para acompañarle y celebrar con él la llegada de Jesús a su corazón. También ha habido alguno que ha recibido el Sacramento de la Confirmación, pero esa ceremonia ya es dentro del grupo general de la parroquia.
¿La Iglesia va cambiando poco a poco aquella mentalidad?
Como decía, son ya bastante los documentos eclesiales que animan, indican cómo hacerlo y facilitan la incorporación de las personas con discapacidad a los sacramentos (a la mayoría, al menos, quizá no así para el sacramento del Matrimonio y de la Orden Sacerdotal), creo que la Iglesia está en el camino correcto y dando pasos firmes, lo que es necesario ahora es que los sacerdotes en general y los párrocos en particular quieran asumir el reto – yo diría el privilegio – de incorporar a las personas con discapacidad en la vida comunitaria de sus parroquias. Aquí todavía queda mucho, mucho camino por recorrer, ya que estamos hablando de mover voluntades individuales … y en ocasiones parecen más pesadas que la piedra que cubría el Santo Sepulcro.
ADENDO Como caricia del cielo, según estaba terminando de escribir estas respuestas, me piden un libro y al revisar antes de entregarlo saco la estampa del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. A él le pido que esto que he escrito para una revista, como escribía él, sea para mayor Gloria de Dios.
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