El juego del metro – (España se va a la mierda)

Me gusta viajar en metro. Me parece la atalaya privilegiada para observar a una parte importante (en cantidad y en calidad) de la sociedad. De hecho creo que al menos el 50% de la investigación sociológica tendría que hacerse en el metro, incluyendo en las muestras a los menesterosos y carteristas.

Me gusta, pero reconozco que me deprime. Me aterra la imagen que observo.

Como antídoto de la depresión me he inventado un juego. Al menos viajo entretenido:

Cada persona que vaya sentada sin mirar el móvil me aporta 10 puntos. Cada persona que vaya sentada leyendo un libro me aporta 50 puntos.

Cada persona que vaya sentada mirando el móvil, me resta 10 puntos.

Si en la fila de cuatro asientos van las cuatro personas mirando el móvil, pierdo 50 puntos.

Si en la fila de cuatro asientos van las cuatro personas leyendo un libro, gano 1.000 puntos (nunca los he ganado).

No me ocupo de los que van de pie, porque me sería imposible llevar cuenta de los puntos. 

Por mucho que he intentado premiar más a los que leen que a los que usan móvil, el objetivo del juego es que la cuenta esté en números positivos cuando llego a destino. Rara vez lo he logrado.

Y lo peor no es la conducta en sí de mirar el “smartphone” (el teléfono puede que sea calificado de inteligente, el usuario …), lo peor es lo que miran. A juzgar por la actividad de sus dedos, la mayoría ven alguna aplicación en la que la información les invita a pasar de pantalla constantemente (“scrolling” se llama). Algunos escriben, probablemente mensajes, y otros se entretienen con juegos diseñados para generar adicciones.

Si hiciéramos una proporción de personas que van mirando (enganchadas) al teléfono móvil, frente a las que sencillamente van pensando en sus cosas y las que van leyendo, probablemente la ratio sería 7:2:1.

He visto incluso padres mirando compulsivamente el móvil mientras viajan con sus hijos pequeños.

Y el problema se agrava con tan solo oír algunos programas de radio o hablar con personas cercanas. Un tema de conversación cada vez más frecuente – que incluso tiene su propio espacio en los programas de radio, son las series.

Y si eres como yo, de los que no vemos series … pues estás desfasado (al parecer el problema es mío, por no tener redes sociales – salvo una de mensajería – y no ver series).

A nadie se le escapa hoy que las series (y las películas) no son meros medios de entretenimiento, sino que son auténticas herramientas de creación de opinión, modulación de conducta y manipulación de masas.

Y así está la población, enganchada a redes sociales, a series, y dedicando el tiempo libre sobrante a cuidarse a sí mismo (pilates, cross fit, padel, golf o lo que usted quiera), porque a ver quién se atreve a no dedicarse tiempo a sí mismo. YO tengo que estar bien, para poder ayudar a los demás. (Dicen).

Y con estas mimbres, ¿qué cesto pretendemos crear?, pues el que tenemos. Imposible el optimismo.

Haga un repaso de los principales políticos (nacionales e internacionales) y de la situación que tenemos actualmente. No voy a nombrar a ninguno, es probable que este artículo sea leído dentro de 10 o 50 años y el estatus depresivo siga siendo completamente el mismo.

Carl Marx decía que la religión es el opio del pueblo. Ahora que ya han conseguido que la mayoría de los ciudadanos vivan al margen de la fe, nos alimentan narcóticos a paladas a través de una pantalla y nos creemos libres porque votamos cada cuatro años lo que a través de sus medios nos han inculcado que votemos.

Pido perdón por estar tan realista. Es el resultado de viajar en el metro y no drogarme con la pantalla. Y encima me invento un juego en el que no logro ganar nunca. Como la vida misma.

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El robo de la Navidad.

Leroy Merlin, según aparece en Wikipedia (por no irme más lejos), es “una multinacional francesa especializada en bricolaje, construcción, decoración y jardinería”.

En esta época del año, hace ya días, tiene a la venta su decoración de Navidad y puedes encontrar de todo. Bueno no, de todo no. Puedes encontrar todo menos al Niño Jesús, a la Virgen María, o a San José.

Ni un Belén, ni un pequeño misterio, ni nada que se le parezca.

Absolutamente ni un solo elemento PROPIO de la Navidad. Me refiero a aquello que esta en la raíz y causa de la Navidad, no a los advenedizos Papá Noel, los renos o los dichosos elfos, que de esos hay de todas las formas, tamaños y colores. (Y mucho “Merry Christmas”, que a ver quién es el guapo que encuentra algún “Feliz Navidad” por la tienda)

Sí, venden tres Reyes Magos, ideales debo decir, pero sin nadie a quien puedan adorar.

Me resultó tan extraño cuando busqué y busqué en su tienda “Compact Alcobendas”, que pensé que podía deberse a ser considerada una tienda (supuestamente) pequeña, así que me tomé la molestia de ir a la tienda que tienen en San Sebastián de los Reyes y lo mismo. Ni rastro del niño Jesús.

Curiosamente en su página web si se encuentran misterios y elementos propios de la Navidad, aunque he contado que de todos los que ofertan solo 7 son vendidos por Leroy Merlin, el resto los venden otras marcas, principalmente Decorspace.

Lo que puedo afirmar es que en las dos tiendas que visité no había ni un solo misterio, ni un solo Belén. Ni uno.

Es algo tan evidente que no puede ser casual, alguien debe haber tomado la decisión de que no se expongan / vendan Belenes o misterios en estas tiendas.

Y puede pasar como anecdótico o … “¿qué más da, no?”, pero me parece que es muy significativo.

Nos están robando la Navidad a los cristianos (que en España somos mayoritariamente católicos), y nos estamos quedando impasibles, como si no tuviera ninguna importancia.

Bien es cierto que no es nada nuevo, así ha sido desde el principio: “Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (Juan, 1, 11) – según la traducción de la Biblia de la Conferencia Episcopal Española, en otras traducciones puede leerse “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”.

Pero también es cierto que podría argumentarse que entonces el posadero que no acogió a aquel matrimonio, con aquella jovencísima esposa embarazada, no sabía que quien iba a nacer era el Mesías.

Hoy sabemos que la Navidad es la celebración del nacimiento de Jesucristo, y por tanto no es que no le hayan recibido, es que ¡le han echado de su propia celebración!

Y creo que si los católicos permanecemos indiferentes es porque nosotros mismos le hemos expulsado, quizá no de nuestra decoración navideña, pero sí de nuestro corazón.

Si le lleváramos en el corazón, creo que sería imposible que no nos doliera.

Y quizá a muchos nos duele, pero dolerse y no quejarse en este caso no es fortaleza, es tibieza (y ya sabemos cómo acabarán – o acabaremos – los tibios)

Celebrar la Navidad sin el nacimiento del Niño Jesús (por cierto ambos conceptos juntos no es más que una reiteración) es algo ya tradicional. Podemos decir que comienza en 1843, cuando Charles Dickens publica su famosísimo “A Christmas Carol”, un precioso cuento de conversión personal que ocurre a lo largo de una noche de Navidad y en la que el nacimiento del Niño Dios está completamente ausente. Ebenezer Scrooge no se transforma en buena persona por haber descubierto que Jesús nació por él, ni que murió para salvarle, sino por unos (puñeteros) fantasmas que no le dejan dormir en toda la noche.

Probablemente es la ausencia de cualquier referencia a la causa de la Navidad lo que ha permitido que se haga tan popular y que haya tantísimas versiones, incluyendo Mickey Mouse, Barbie, o los Teleñecos (The Muppets), y debo admitir que esta última me pareció particularmente divertida.

Por cierto, la última película basada en este cuento y su autor, estrenada en el 2017 se llama “El hombre que inventó la Navidad”. Ahí es nada. Ahora resulta que la Navidad es un invento de Charles Dickens, aunque a decir verdad, tal y como se vive hoy, puede que esté más cerca de ser una ficción que de su origen.

¿Por qué se empeñan en hacer desaparecer qué es la Navidad?, evidentemente es un rechazo a Dios, pero en concreto, la negativa a reconocer que la Navidad es sinónimo del nacimiento de Jesús, está en mismísima base del hecho. Lo encontramos en Lucas, 2, 11: “hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor”.

La mayor parte de los “no creyentes”, ya sean agnósticos o ateos (aunque, como Dostoievski, creo que no existen los ateos: «El hombre no puede vivir sin arrodillarse. Si rechaza a Dios, se arrodilla ante un ídolo. No hay ateos, sino idólatras»), no soportan la idea de necesitar ser salvados, por eso rechazan que Dios Niño viniera al mundo por ellos y mucho menos que su muerte les salvara de nada.

Dicen que ocultar los signos del cristianismo es lo políticamente correcto. Que es una cuestión política es evidente, pero en absoluto es lo correcto. Mientras sigamos tragándonos esa milonga de lo correcto …  “lo correcto” ¿según quién?, según la mayoría no, desde luego. La mayoría de los españoles seguimos declarándonos cristianos, e incluso los que no lo son llegadas estas fechas celebran, quiéranlo o no, el Nacimiento de Cristo (también llamado Navidad)

¿Cómo hemos podido llegar hasta aquí?, me reitero, por la tibieza. Nos han robado la Navidad y nosotros nos hemos dejado.

Por lo que a mí respecta, he puesto una queja a través de la página web de Leroy Merlin. Asumo que no tendrá ninguna eficacia, pero al menos puedo decir que no me he quedado impasible ante el robo.

P.D. ¿Y las tiendas de los chinos?, esos sí que no son cristianos, y dudo mucho que celebren nada el 25 de diciembre, pero se pasan lo «políticamente» por el forro y se hinchan a vender Belenes. Bien por ellos.

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La vida sacramental en las personas con discapacidad intelectual.

¿Por qué durante tanto tiempo no se ha facilitado los sacramentos a personas con discapacidad? ¿Bajo qué argumentos se presentaba?

Durante siglos las personas con discapacidad intelectual han tenido restringido el acceso a los sacramentos. Y debo decir que todavía está muy restringido el acceso a ciertos sacramentos. Estoy pensando, aunque quizá sea adelantarme, que el acceso de las personas con discapacidad intelectual al sacramento del matrimonio está MUY mal mirado, incluso diría que se da por descartado, al igual, que el sacramento de a las órdenes sagradas. Aunque en la historia ha habido personas con discapacidad que han sido ordenados sacerdotes – citaré únicamente a San José de Cupertino – hoy en día creo que sería impensable. Sin embargo conozco varias personas con discapacidad intelectual que si se abriera la opción del diaconado permanente a ellos, probablemente dieran un SÍ, un FIAT, con más aplomo, seguridad y más compromiso del que hoy se percibe en algunos de los diáconos. 

Los argumentos en contra de impartir los sacramentos a personas con discapacidad van desde una visión característica del desconocimiento de qué es la discapacidad intelectual: «Son angelitos», «No necesitan confesarse ni comulgar porque no pecan» (¡¡ Ja, ja !!) – yo pensaba que solo la Virgen María era Inmaculada (y Nuestro Señor, por supuesto), pero al parecer hay quien piensa que por tener discapacidad intelectual deberías ser automáticamente canonizado.

El argumento más frecuente para negarles la comunión es que «no entienden lo que hacen». Es un argumento que no se tiene en pie ni un segundo, pero daré mi contra argumentación en tu segunda pregunta.

Por el contrario, ¿por qué estas personas sí tienen que recibir los sacramentos?

En primer lugar, como respuesta general, pensando en cualquier persona con discapacidad y cualquier sacramento, deben recibir los sacramentos precisamente por lo que es un sacramento:

Según el punto número 1.116 del Catecismo de la Iglesia Católica: «Los sacramentos, como «fuerzas que brotan» del Cuerpo de Cristo (cf Lc 5,17; 6,19; 8,46) siempre vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la Iglesia, son «las obras maestras de Dios» en la nueva y eterna Alianza.»

Negar los sacramentos a algunas personas por el hecho de que tengan una discapacidad, del tipo que sea, sería negar a Nuestro Señor la posibilidad de transmitir su Gracia a estas personas. Por supuesto si se les negara el bautismo sería negarles que fueran Hijos de Dios. Puede parecer increíble pero sí, conozco un caso en el que un sacerdote negó el sacramento del Bautismo a un niño, ya algo mayor, porque tenía autismo. Su argumento era que «no lo necesitaba».

Pero cualquier otro sacramento transfiere la Gracia de Dios al que lo recibe. ¿Por no poder andar, no poder ver, oír, o no poder resolver problemas de lógica formal, pierdes la dignidad necesaria para recibir la gracia de Dios?

Si nos fijamos en cada sacramento individualmente diríamos:

1) El bautismo. El mandato de Jesús es claro:  “Id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt: 28,19). No dijo «id y haced discípulos a los que caminen, vean, oigan, y tengan un C.I. superior a 70». Hay que recordar que uno de los episodios en los que el Señor mostró su enfado fue cuando los discípulos impedían que los niños se acercaran a Él. No me quiero ni imaginar cual hubiera sido su respuesta si hubieran impedido acercarse a ciegos, o a sordos, o tetrapléjicos o a personas con síndrome de Down. 

2)  La confesión: La idea de que por tener cualquier tipo de discapacidad no pecas, es negar la naturaleza humana, negar la acción del pecado original en algunas personas, negar su concupiscencia. Tan pronto tenemos un poquito de uso de razón nuestro YO va a hacer de las suyas. Va a aparecer el egoísmo, va a aparecer el deseo de imponer mis deseos y mis gustos frente a los de los demás … tengas discapacidad o seas la persona mejor estructurada física y neurológicamente. Del pecado no nos libramos nadie (salvo los casos antes mencionados). Por tanto, si somos pecadores, ¿cómo negar el perdón de Dios a un pecador arrepentido? Desde mi humilde punto de vista, decir que «no necesitan confesarse» es negar a acción santificante del sacramento. Es reducirlo a un mero gesto en el que Dios realmente no actúa.

3) La comunión: Probablemente es el sacramento que es más frecuentemente que se niega a las personas con discapacidad (y a consecuencia de ello también se les niega la confesión, ya que «¿si no va a comulgar, para qué van a necesitar confesarse»). ¿Por qué deben comulgar?

La primera vez que tuve el privilegio de hablar de espiritualidad en personas con discapacidad intelectual fue en un congreso sobre síndrome de Down, ese mismo día, antes de mi conferencia, el Señor me hizo el regalo de darme una luz durante la Santa Misa. A pesar de haberlo oído en cada Misa me percaté de las palabras: «Tomad y comer TODOS de él»; «Tomad y beber TODOS de él». ¡¡TODOS!!, no dijo «aquellos que tengáis un C.I. por encima de 70» dijo «TODOS». Lógicamente hay que estar en gracia para recibirlo con dignidad, pero ¿acaso hay algo indigno en tener discapacidad?

Cuando se les niega la comunión a una persona con discapacidad estamos diciendo «tú no eres digno».

Al argumento de que «no entienden lo que están haciendo, no comprenden la comunión» siempre digo que si el requisito es comprender que por la transustanciación un pedazo de pan pasa a ser el Cuerpo de Cristo y un poco de vino pasa a ser la Sangre de Cristo, entonces no debe comulgar ni el Papa. Y lo digo literalmente. 

Nadie, absolutamente NADIE comprende la Eucaristía. La demostración es que al terminar la consagración el sacerdote dice: «este es EL misterio de nuestra fe». «EL misterio», no un misterio, sino EL MISTERIO. No hay un misterio equiparable al de la Eucaristía. ¿Lo comprendemos?, en absoluto, lo que hacemos es un acto de fe, y eso gracias a Nuestro Señor que nos lo concede. Pues a FE no vamos a ganar a las personas con discapacidad intelectual. Son muchos los casos conocidos de crisis de fe en la Eucaristía que han sufrido muchas personas, incluyendo sacerdotes. Pero si a una persona con discapacidad intelectual sus padres le dicen: «después de que el sacerdote pone sus manos sobre el pan y el vino, y dice las palabras de la consagración, el pan deja de ser pan y se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino deja de ser vino y se convierte en la Sangre de Cristo», esa persona NUNCA lo pondrá en duda, porque se lo han dicho papá y mamá, y ellos nunca mienten. Las personas con discapacidad intelectual no tienen crisis de fe. Creen, con una sencillez y una convicción que más quisiéramos muchos alcanzar.

Por último, un argumento que me enseño un sacerdote, D. José María Calderón, a la sazón mi hermano. Él me explicó: si el Señor acepta y tolera que tú y yo comulguemos (siempre y cuando estemos en gracia), que somos grandes pecadores y que tenemos un corazón muy sucio, ¿cómo no va a querer ser recibido en corazones tan limpios como los de las personas con discapacidad intelectual?

Negar la comunión a personas con discapacidad es negar al Señor a entrar en corazones limpios. 

4) La confirmación. A mi me parece que el sacramento de la confirmación es el que la Iglesia tiene menos claro. Mis hermanas mayores hicieron la confirmación con seis años, antes de la primera comunión y sin preparación ninguna, ahora es después, en plena adolescencia. Hay diócesis donde se exige haber sido confirmado para contraer matrimonio canónico, otras no …

Para mi la confirmación tiene sentido a la luz de los versículos 16 al 18 del capítulo 26 Deuteronomio:

“Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma. Hoy has elegido al Señor para que Él sea tu Dios y tú vayas por sus caminosobserves sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometióy observes todos sus preceptos.

Somos nosotros los que elegimos al Señor para que sea nuestro Dios y seguir sus caminos y, a la vez Él nos ha elegido para que seamos su propio pueblo. Es una elección mutua, es un amor esponsal, y la confirmación es el medio para explicitar esa mutua alianza. 

¿Acaso no puede el Señor confirmar su amor por cualquier persona por el hecho de tener discapacidad?, ¿Acaso no puede, más aún no debe, una persona confirmar su elección por el Señor, la opción por seguir sus caminos, observar sus mandatos y escuchar su voz?

5) El matrimonio. A día de hoy son muchos los que piensan que las personas con discapacidad no pueden casarse. No tienen derecho a casarse. Es ridículo. Es cierto que la mayoría de ellos no lo harán, pero hay un porcentaje de personas con discapacidad (me refiero a la discapacidad intelectual, ya que no entiendo que nadie lo cuestione en casos de discapacidad sensorial o motora), que cumplen los requisitos suficientes y necesarios para contraer matrimonio. ¿De qué van a vivir?, ¿Cómo van a organizarse?, eso no son cuestiones eclesiales ni de fe. Esas cuestiones no incumben a la Iglesia. Si tienen la capacidad de entregarse libre y voluntariamente, y están decididos a amarse y respetarse mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del matrimonio, durante toda la vida, entonces no hay impedimento para que se casen.

Desgraciadamente es cierto que muchas personas, sin los conocimientos profesionales necesarios (ni desde la neuropsicología ni desde el derecho – que podría negarles la libertad) deciden que por tener discapacidad no son libres. Pero la Iglesia afirma que:

“Pueden contraer matrimonio aquellos a quienes el derecho no se lo prohíbe”.

Pero es que ¿acaso es libre alguien?, ¿acaso no estamos en constante lucha contra nuestros límites, nuestras pasiones, nuestra concupiscencia?

¿Acaso se hace una prueba de inteligencia, de entrega, de sinceridad a los novios cuando se acercan a pedir el matrimonio a la Iglesia? NO, pero si tienen discapacidad intelectual entonces sí que se les exige a ellos lo que no se ha pedido al resto.

6) Orden sacerdotal: como decía anteriormente, al menos San José de Cupertino fue ordenado sacerdote, a pesar de su discapacidad intelectual. Pero es que resulta dudoso que San Juan María Vianney fuera capaz de aprobar hoy todas las asignaturas de la carrera de teología, requisito para llegar a ordenarse, ¡y es el patrono de los párrocos! De nuevo, tal y cómo he mencionado en el caso del Matrimonio, lo cierto es que sería un porcentaje mínimo (de entrada solo serían hombres) los que se pudieran llegar a plantear la vocación. Sin embargo, insisto, conozco varios jóvenes y hombres con discapacidad intelectual que, si llegaran a conocer el diaconado permanente, podrían encontrar en ese servicio su medio para entregarse al Señor. Hoy en día, desgraciadamente, esta propuesta es considerada revolucionaria y por tanto despreciada por la Iglesia, pero conociendo la labor que ejercen los diáconos permanentes y conociendo a cientos de personas con discapacidad intelectual, no veo ninguna incompatibilidad entre ambas.

7) Unción de enfermos: No tengo conocimiento de que nunca se haya negado este sacramento a una persona con discapacidad, del tipo que sea, y quiero pensar que a nadie se le ocurriría negársela, aunque se podría dar el mismo argumento que en el caso de la confesión ¿no?, si se piensa que ellos no tienen capacidad de pecar ¿para qué recibir este sacramento?

¿Ha habido dolor en estas personas y en sus familias por tener tantas dificultades?

Siempre he dicho que nada produce más orgullo en un padre que el éxito de un hijo, y nada le duele más que su sufrimiento, por tanto cuando una persona con discapacidad sufre discriminación y se le dificulta o incluso se le niega el acceso a algún sacramento, él sufre, pero creo que es mayor el dolor de los padres. A menudo la persona con discapacidad ni siquiera es consciente de que se le está negando ese sacramento, los padres prefieren protegerles y mantenerles al margen (en cierto modo también protegen a la Iglesia, no quieren que la persona que sufre el agravio rechace a su Madre), pero el dolor de la familia es muy grande y, en varias ocasiones, he visto como fruto de esas dificultades o ese rechazo la familia entera se ha alejado de la Iglesia y ha cuestionado el sentido de su fe. 

¿Qué dice la Iglesia al respecto? Porque un sacerdote puede decir una cosa, y la Iglesia otra.

Son varios los documentos de la Iglesia que abogan por la incorporación de las personas con discapacidad a la vida de la Iglesia con pleno derecho, desde documentos de algunos dicasterios del Vaticano, como documentos de conferencias episcopales de diferentes países y cartas apostólicas de Francisco y de Benedicto XVI. 

¿Por qué a pesar de las directrices que son tan claras hay todavía sacerdotes reacios a ofrecer los sacramentos a personas con discapacidad?, para mi es evidente que es una cuestión personal del sacerdote. En la diócesis de Madrid hay una Comisión de Discapacidad y una Comisión de Catequesis para Personas con Discapacidad. Desde ambas se elaboran documentos y se ofrece ayuda a todo el que la necesite y la busque, ¿por qué muchos sacerdotes prefieren ir por libre en lugar de buscar consejo de los que saben …? habría que preguntárselo a ellos. 

¿Por qué te involucraste en esto? ¿Qué te movió a dedicar tu tiempo?

Llevo casi treinta y tres años dedicado profesionalmente a la discapacidad, y desde hace ya muchos años he oído la queja de padres (sobre todo de madres) al sentir que sus hijos eran excluidos, ignorados y apartados de la vida de las parroquias, familias que pertenecían a diferentes movimientos eclesiales en los que no encontraban un lugar para sus hijos. Fueron estas voces las que nos animaron a fundar la Comunidad de Oración Amigos En Jesús, Jerome Lejeune. Quisimos abrir una pequeña puerta para acoger a las personas con discapacidad, y poder recibir y aprender con ellos y de ellos su capacidad para confiar y amar al Señor, esa forma tan genuina, tan parecida al Caminito de Sencillez propuesto por Santa Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz (en pocas ocasiones la Santa utilizaba la conjunción Y entre ambas advocaciones).

¿Qué es lo que hacéis exactamente para que puedan recibir los sacramentos? Puedes ponernos ejemplos.

Lo que hacemos es ofrecer formación, una vez a la semana y después hacemos media hora de Adoración ante el Santísimo. No es una formación reglada, en el sentido de seguir el catecismo, es más bien una formación muy cristológica y eucarística. Además buscamos sacerdotes que quieran acompañarnos para la celebración de la confesión y la comunión, pero aunque parezca increíble, este es un objetivo que todavía no hemos logrado. Hay pocos sacerdotes y están muy ocupados. Debo decir que hemos recibido ayuda de dos párrocos, pero están muy distantes y nos da mucha vergüenza tener que hacerles desplazarse varios kilómetros para que vengan a nuestra parroquia.

¿Cómo lo planteáis? ¿Cómo han surgido las distintas ideas para llevarlo a cabo?

Desde el principio la Comunidad de Oración Amigos En Jesús Jerome Lejeune nació como comunidad eucarística, es decir, sabíamos que el centro debía ser la Adoración, pero para que Jesús pueda estar Sacramentado es necesario la Santa Misa, por eso nuestra idea siempre ha sido celebrar una Misa al mes para vivirla en Comunidad y abierta a la parroquia y a todos los que se quisieran acercar a conocer nuestra realidad. Además así podíamos hacer que los miembros de la Comunidad, aunque todos vayan a Misa los domingos, pueden tener una celebración en la que participar más activamente,  vivir muy de cerca el Sacramento;  pero como si de un juego de dominó se tratara, para poder celebrar la Santa Misa plenamente y poder recibir la comunión antes celebramos el Sacramento de la Reconciliación. No es siempre fácil para las personas con discapacidad poder confesarse, ya que debido a sus dificultades de comunicación el sacerdote puede no comprender lo que el penitente quiere transmitirle, por eso hacemos un acompañamiento, les ayudamos a hacer el examen de conciencia, y les ayudamos a llevar por escrito lo que ellos quieren transmitir al sacerdote. Lo escriben – o alguien lo hace por ellos – en un papel blanco con forma de corazón. Ese papel se lo entregan al sacerdote y, después de impartirles la absolución, les entrega otro papel blanco con forma de corazón pero completamente en blanco, como signo de que su corazón ya está limpio del todo. 

Cuando salen del confesionario vienen con una gran sonrisa, felices y reciben el aplauso de todos.

¿Participáis y les acompañáis cuando reciben los sacramentos?

Sí, tanto para la celebración del sacramento de la confesión como para la celebración de la Eucaristía es una actividad de la Comunidad, todos participamos, no solo estamos juntos, sino que verdaderamente compartimos la alegría de recibir la gracia de Dios a través de sus sacramentos.

¿Cuántas personas han recibido los sacramentos gracias a esta iniciativa?

A lo largo de estos años, varios jóvenes con discapacidad intelectual de nuestra Comunidad han recibido la primera comunión (y las que les han seguido).  Son ceremonias preciosas, muy preparadas y muy íntimas, a diferencia de las celebraciones grupales de los colegios o las parroquias, solo uno recibe la primera comunión y todos estamos ahí para acompañarle y celebrar con él la llegada de Jesús a su corazón. También ha habido alguno que ha recibido el Sacramento de la Confirmación, pero esa ceremonia ya es dentro del grupo general de la parroquia.  

¿La Iglesia va cambiando poco a poco aquella mentalidad?

Como decía, son ya bastante los documentos eclesiales que animan, indican cómo hacerlo y facilitan la incorporación de las personas con discapacidad a los sacramentos (a la mayoría, al menos, quizá no así para el sacramento del Matrimonio y de la Orden Sacerdotal), creo que la Iglesia está en el camino correcto y dando pasos firmes, lo que es necesario ahora es que los sacerdotes en general y los párrocos en particular quieran asumir el reto – yo diría el privilegio – de incorporar a las personas con discapacidad en la vida comunitaria de sus parroquias. Aquí todavía queda mucho, mucho camino por recorrer, ya que estamos hablando de mover voluntades individuales … y en ocasiones parecen más pesadas que la piedra que cubría el Santo Sepulcro.

ADENDO Como caricia del cielo, según estaba terminando de escribir estas respuestas, me piden un libro y al revisar antes de entregarlo saco la estampa del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. A él le pido que esto que he escrito para una revista, como escribía él, sea para mayor Gloria de Dios.

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Curso de Organización Neurológica: Para Padres y Profesionales

El proceso de desarrollo, el paso desde un ser unicelular hasta un ser humano plenamente funcional, es decir con capacidad de leer, escribir, comprender un idioma y ser capaz de hablarlo y la capacidad para correr completamente erguido en patrón cruzado un proceso doble:

  • El desarrollo del cuerpo hasta alcanzar toda su potencialidad
  • El desarrollo de su sistema nervioso, hasta alcanzar su máximo nivel de mielinización y de conexión entre las diferentes estructuras que lo componen.

A este último proceso es a lo que llamamos: ORGANIZACIÓN NEUROLÓGICA.

El proceso de organización neurológica es un proceso muy estructurado, sistematizado y medible.

Conocer Y COMPRENDER cómo es el proceso de organización neurológica es necesario para los profesionales de la enseñanza, para psicólogos y para aquellos profesionales que trabajan en el campo de las dificultades en el desarrollo: logopedas, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, etc.

Pero también es de grandísima importancia que lo conozcan y lo COMPRENDAN los padres de niños cuyo desarrollo no está siendo óptimo, nos referimos a niños con diferentes síndromes genéticos – síndrome de Down, síndrome de Williams, síndrome de X frágil y tantos otros -, como niños con diagnóstico de trastorno del espectro autista, retrasos en el desarrollo, retraso del lenguaje, y trastornos por déficit de atención e hiperactividad, etc.

Por ello hemos preparado un curso de “Introducción a la ORGANIZACIÓN NEUROLÓGICA y el Perfil de Desarrollo”, destinado a que tanto padres como profesionales conozcan y COMPRENDAN, este proceso desde la perspectiva terapéutica del Instituto de Neuropsicología y Psicopedagogía Aplicadas.

Después de casi 25 años de trabajo especializado con miles de familias nos hemos decidido a ofrecer nuestro conocimiento a todas aquellas personas interesadas en ayudar aquellos que no están alcanzando su máximo potencial.

Es un curso de especial interés para padres y para terapeutas de niños y jóvenes con alteraciones en su desarrollo.

El curso, que es completamente en línea, tendrá una duración de 8 horas, dividas en dos sesiones de 4 horas, impartidas los viernes 20 y 27 de junio, en horario de 16:00 a 20:00 horas en España (8:00 a 12:00 horas de Ciudad de México).

Para mayor información contactar con:

  • INPA ESPAÑA: + 34 611 600 219
  • INPA MÉXICO:  + 52  77 171 52 980  / 77 112 46 364

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Amar en el matrimonio: más allá de la felicidad

Recientemente he recibido una gran lección, quizá la más importante, respecto al matrimonio.

Hablaba con una persona casada con un hombre que tiene síndrome de Asperger. Diagnosticado después del matrimonio.

Me hablaba de la dificultad de estar casada con una persona que no tiene ninguna capacidad de mostrar afecto, ni de percibir la necesidad de los demás de recibirlo.

Cuando le pregunté si estaba recibiendo apoyo psicológico me dijo que sí, pero no parece que esté siendo muy eficaz. La psicóloga quería guiarle según el individualismo imperante: “pero si no estas pudiendo ser feliz, ¿por qué quieres seguir casada?”.

La respuesta de esta madre fue incontestable: “Porque le amo”.

El fin del matrimonio es amar.

El fin de la vida es amar.

La felicidad es esa quimera que obnubila la brújula de nuestra vida.

Nuestra naturaleza humana nos impone las dos necesidades más básicas, más aún que comer y beber (no es el momento de ilustrar esta idea, pero son muchos los ejemplos que lo demuestran), nuestras mayores necesidades son sentirnos amados y amar.

Los hijos no siempre nos hacen felices, pero siempre nos están ofreciendo la oportunidad de desarrollar nuestra capacidad de amar – y es una lástima cuántos padres se pierden esta oportunidad.

Aún cuando los hijos no siempre nos hacen felices no renegamos de ellos (salvo que estemos desequilibrados afectiva o psicológicamente).

Siempre que pienso en demostraciones de amor me viene a la cabeza José María, quien viviendo como hijo único – su hermano había fallecido de joven – cuando su madre quedó postrada durante largos años a una silla de ruedas y después a una cama debido al Alzheimer él se dedicó personalmente a darle todos los cuidados necesarios, llegando durante todo ese tiempo a dormir con ella, en lugar de contratar una enfermera (teniendo los medios económicos para haberlo hecho). Si le hubiéramos preguntado entonces: “¿eres feliz cuidando de tu madre?”, creo que hubiera sido perfectamente entendible que nos contestara con un exabrupto.

No se trata de si “soy feliz” sino de si amo o no, y de cómo y hasta donde me entrego.

Uno de los mejores ejemplos de la idealización de la felicidad está en la tan manida declaración de independencia de los Estados Unidos de América: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad

No hay ninguna referencia a la inalienable necesidad de ser amado y de amar, y expresa como derecho la búsqueda de esa emoción que te centra en ti – porque la sensación de felicidad es individual – y te hace olvidar al otro, quien solo puede satisfacer su necesidad más básica siendo amado por tí, y que te permite alcanzar el sentido de tu vida, que es amar.

Son demasiadas las personas que se casan con el deseo de ser felices, pero no se plantean con plena conciencia que el éxito de su unión depende de que asuman su decisión de amar. Así, tan pronto dejan de sentirse felices (y por ser una emoción, la felicidad es efímera) consideran que el matrimonio ha dejado de cumplir su objetivo y por tanto tienen el “derecho inalienable” de buscar su “tesoro”, aunque la búsqueda de su felicidad, por ir en contra de su necesidad de amar, vaya en contra de su esencia y, por supuesto, lo hagan a costa de la necesidad primordial de su cónyuge y, sin duda de sus hijos, de sentirse amados.

Mientras el ser humano siga poniendo como prioridad en su vida sentirse feliz, y deje de lado su necesidad de amar, ni los divorcios van a dejar de aumentar, ni las ventas de ansiolíticos y antidepresivos van a disminuir.

Amar es sinónimo de entrega y para entregarse es requisito entender que mi felicidad es absolutamente secundaria.

Es cierto que tan necesario como amar es sentirse amado. Y cuanto más inmadura afectivamente es una persona mayor es su necesidad de recibir atención, confundiéndolo con el amor, y por ello es fácil que busquen, a veces llegando a la sumisión, muestras de reconocimiento que no son más que pésimos sucedáneos del verdadero afecto.

La necesidad de recibir “likes” o de tener muchos seguidores en sus redes sociales, la necesidad de que escuches todo lo que tienen que contarte de sí mismos, la necesidad de que muestres admiración por sus logros o por sus posesiones, la necesidad de poder sentirse algo envidiados, … todo ello son muestras de que han quedado enganchados en la etapa afectiva entre los dos y los tres años, con su  insistente “mamá mira, mamá mira, mamá mira”.

La convicción de que «mi tiempo», «mi trabajo», «mi ocio», «mis objetivos», «mis deseos», «mi descanso», etc. están por encima del compromiso que asumí de amarte, es decir de entregarme a tí, es signo inequívoco de una fijación en la etapa egocéntrica propia de niños muy pequeños.

La inmadurez afectiva a menudo hace que el adulto sea altamente exigente hacia los que están a su alrededor, requiriendo de los demás las muestras de afecto que ellos mismos son incapaces de dar.

Sigmund Freud decía que “El que ama, se hace humilde. Aquellos que aman, por decirlo de alguna manera, renuncian a una parte de su narcisismo.”

Más bien, me permito puntualizarle, si no te haces humilde, si no renuncias al máximo posible de tu narcisismo, tu capacidad de amar a otro que no seas tú mismo es muy pequeña, y no es difícil encontrar personas que creen que aman mucho por lo mucho que exigen ser amados.

Por el contrario, cuando la persona es madura afectivamente es capaz de percibir las necesidades de los demás y de, al menos, buscar el modo de intentar satisfacerlas.

Y cuando estando casados centramos nuestros esfuerzos en amar a nuestro cónyuge, es decir, en entregar nuestro tiempo, relegar nuestros deseos, incluso nuestras necesidades con tal de satisfacer los deseos del otro y dejamos de buscar nuestra felicidad, es entonces cuando encontramos sentido a nuestro vivir, la plenitud de la vida, que puede que no traiga una emoción, la felicidad, sino algo mucho más grande, algo cercano a la infinitud: el gozo y la paz de saber para quién se vive, por qué se vive: «Porque le amo«.

ADENDO

Cristo no bajó a la tierra para ser feliz. Si ese hubiera sido su objetivo su fracaso hubiera sido mayúsculo.

Cristo bajó a la tierra para amar – entregarse – a nosotros y por nosotros, y para enseñarnos a amar: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros.» Juan 13, 34. Y más de dos mil años después seguimos viendo su éxito en aquellos que verdaderamente cumplen Su Palabra.

El problema es que nos empeñamos en «amar» a nuestro modo, buscando «la felicidad», sin entregarnos y sin aceptar la cruz.

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Carta a mis hijos.

Esta mañana leía la carta que públicó Álvaro Villanueva en el periódico “El País” a su hijo de 17 años con discapacidad. El título lo resume perfectamente: “NO se trata de a cuánto renuncio, sino cuánto amo”. (Álvaro Villanueva, periódico El País, 17 de enero de 2025).

Su lectura, aunque hablaba sobre su relación con su hijo y consigo mismo, inevitablemente me ha llevado a considerar la relación en el matrimonio. El título es también válido.

Pensaba por qué se producen tantos divorcios y, probablemente por pasar tantos meses en México, me venía a la cabeza la expresión “quemar las naves”, que hace referencia al mito de que Hernán Cortés mandó quemar sus navíos tras llegar a Veracruz con el fin de evitar que sus soldados tuvieran la tentación de regresarse a La Española, hoy conocida como Cuba.

Pensaba que al casarse hay que quemar las naves.

¿Quiere esto decir que hay que cerrar toda posibilidad al divorcio?

Esa es la conclusión simple. Lo que quiero decir es que, literalmente, hay que quemar las naves.

¿Qué naves?

Dos. El buque llamado “yo” y el navío llamado “mi”.

Sí, los dos. En realidad es lo que los esposos afirman en la iglesia: “YO, …., te acepto a ti como esposa (es decir, te acojo tal y cual eres y llegues a ser, renuncio a cualquier objeción, como los padres acogemos a los hijos) y me entrego a ti”. Si te entregas ya no te perteneces, le perteneces a tu cónyuge y eso implica renunciar a tu “yo” y a tu “mi”, para convertirte en el custodio de su vida.

Acabas de entregar lo que tú deseabas, planeabas, esperabas … y también lo que puedas llegar a desear, planear o esperar en el futuro.

A partir de ese momento tendrá que ser lo que los dos deseemos, lo que los dos planeemos, lo que los dos esperemos.

Nuestras viejas naves, nuestros “YO”, ya solo deben servir para ser los soportes del “nosotros”.

Puede que suene muy radical, pero cuando amas – y si no amas no te cases – o eres radical o no amas.

Queda, cómo no, la tentación de reservarse una pequeña embarcación con la que salir a navegar en soledad: una cana al aire … un pequeño (o gran) vicio oculto.

El bote llamado “mi”: “mi tiempo”, “mi golf”, “mi gimnasio”, “mi pilates”, “mis amigas”.

Hay quien tiene hasta una fragata: “mi carrera profesional”, “mi sueño”.

Nada malo si se reconocen como concesiones del “nosotros” y siempre supeditadas a ti – a tu cónyuge -, nunca como prioridades.

Es evidente que el matrimonio implica la renuncia (título del artículo que me ha llevado a esta reflexión), pero ir en una dirección siempre implica renunciar a ir en la contraria.

En alguna ocasión he pensado qué hubiera sido de mi vida si no me hubiera casado, incluso si no hubiéramos tenido cinco hijos.

Lo primero que me viene al corazón es que hubiera escrito mucho más. Ya tendría varios libros publicados. También hubiera estudiado mucho más. Sería mejor profesional. Hoy en día creo que lo más probable es que estuviera viviendo en Estados Unidos.

¿Pero acaso hubiera merecido más la pena escribir unos libros, o tener más conocimientos, o más dinero, o vivir con más facilidades y comodidades, habiendo tenido que renunciar a cualquiera de vosotros o, más aún, a vuestra madre?

La respuesta es evidente.

Es cierto que el matrimonio es, en ciertos momentos, difícil. Pero la mayoría de las veces la dificultad está en las circunstancias, no en las personas que lo forman.

Para nosotros vivir con el agua al cuello económicamente nos supuso periodos de mucha tensión e incluso distancia. Y ver las cosas de manera diferente te hace pensar que el problema está en tu cónyuge, no en las circunstancias.

Y sin duda el demonio hace todo lo posible por destruir los matrimonios. Todos los matrimonios.

Nosotros también hemos sufrido.

Durante un tiempo a mí el demonio me convenció de que vuestra madre era una persona muy difícil, y de que eso no tenía solución. Fue un tiempo de enorme fragilidad.

Afortunadamente la Virgen María intervino, literalmente, y logró que aquello que me había alejado de ella se difuminara como la niebla y pudiera volver a ver a vuestra madre con toda su belleza. Creo que ella pasó por algo similar.

No hay mejor forma de destruir un matrimonio que haciendo pensar a los cónyuges – a menudo basta con que le suceda a uno solo de los dos – que hay algo más importante en su vida que su matrimonio.

Cada vez te fijas más en lo que “estás perdiendo”, y no aciertas a ver ninguna ganancia en todo lo que recibes. Más aún, te cuestionas si acaso recibes algo, o es que “¿Acaso no pongo yo todo?”

Es como si el “YO” resurgiera con más fuerza que nunca de sus cenizas, como el ave Fénix, y se hiciera imparable. “Yo, yo, yo”, “mi, mi, mi”, son las palabras que en ese momento más utilizamos en las discusiones. La palabra “tu” solo aparece para culpar o reprochar. La palabra “nosotros” desaparece.

Hay que quemar las naves. La del “Yo” y la del “mi”.

Hay que aceptar que hemos llegado a esta nueva tierra, a este lugar nuevo y desconocido que se llama matrimonio para quedarnos. Ni volver atrás y huir hacia adelante. Será, en realidad, lo que queramos que sea. Podremos hacer de él un paraíso o un infierno. Depende de cuánto amemos (a cuánto recíprocamente renunciemos).

Pero ya que he estado usando el símil de las embarcaciones, me gustaría terminar dándoos una brújula para vuestras travesías. No solo la del matrimonio, en realidad es una brújula para la vida. Como podíais esperar es una brújula que encontré en la biblia, de hecho son unas palabras de Jesús, que a mi me parecen tan sorprendentes como esclarecedoras: “porque allí donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mateo, 6, 21).

¿Queréis saber dónde habéis puesto el corazón?, pensar cuál es vuestro tesoro.

He conocido gente que su tesoro es el fútbol. ¿Os acordáis del pobre fallecido que estaba en la sala del tanatorio enfrente de la del abuelo, que pidió que se le enterrara con el uniforme del Atlético de Madrid? Ya sabemos dónde estaba su tesoro.

Hay gente que su tesoro es la caza, y vive para ello, o quien su tesoro son las ballenas o las tortugas, y viven para “salvar las ballenas”, o quién vive para el dinero, o para el trabajo, o para el juego o para cualquier cosa. También los hay que viven para sí mismos.

Si deseáis casaros, si llegáis a hacerlo, aseguraros siempre que vuestro tesoro es vuestro cónyuge y cuando nazcan, si llegáis a tener hijos, también ellos. Que vuestra familia sea vuestro hobby.

El padre Mendizabal decía: “los afectos son el lugar donde se va el corazón cuando lo dejas libre”. Allí donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón.

Y si algún día descubrís que vuestro afecto se va a cualquier otro sitio que no es vuestro hogar, entonces tomar las riendas, poneros al mando de vuestro barco y corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde. De lo contrario puede que lleguéis muy lejos, pero os aseguro que llegaréis cargados de soledad.

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28 de febrero. Día de las enfermedades raras.

Me resulta difícil huir de los juegos dialécticos con la palabra “raras”.

Hay quien piensa que en realidad hoy es el día de los raros con enfermedades.

Muchas de las anomalías congénitas que están en la base de las denominadas “enfermedades raras” causan un fenotipo (rasgos visibles) que pueden ser llamativos. Otras muchas no, pero también a ellos se les considera “raros”. Son personas de aspecto completamente “normal” que en un momento dado muestran conductas que resultan sorprendentes (por descontextualizadas), y por tanto entran dentro del catálogo de “raros”.

En todo caso, cuando el común del pueblo ve a una persona que por su aspecto físico o por su conducta muestra una “rareza”, las miradas no solo se dirigen a ellos. También a sus padres.

“¿Qué habrán hecho (o dejado de hacer) para tener un hijo así?”

El día de las enfermedades raras se celebra el 28 de febrero por ser el más cercano al 29 de febrero, un día que solo aparece cada cuatro años en el calendario. Poco frecuente. Raro.

Se me hace muy difícil hoy en día usar la palabra “raro”.

Hace tiempo que reivindico que “lo normal es cada vez más raro”.

Léalo desde la perspectiva que usted quiera:  “Lo normal es cada vez menos frecuente” o “lo que cada vez es más frecuente es raro (como adjetivo calificativo)”.

Así que no estoy seguro de que se pueda llamar “raro” a un conjunto de españoles que sumados superan los tres millones de personas, no estoy seguro de que sean “poco frecuentes”.

¿De verdad son ellos los raros?

Las personas con una enfermedad poco frecuente constituyen, al menos, el 6,2% de la población española. Curiosamente coincide la cifra con el número de personas que se identifican como homosexuales (hombres o mujeres), pero ¿qué ocurriría si dijéramos que las persona homosexuales son raras?

Un cinco por ciento (todavía menos) se consideran bisexuales (fuente https://www.rtve.es/noticias/20230628/radiografia-lgtbi-espana/) ¿podemos llamarles raras? ¡¡¡ nooo !!!, porque “raro” es ofensivo ¿no?

Claro, pero es que el término “raro” no se aplica a las personas, sino a la enfermedad.

¡¡ JA !!

Eso no se lo cree ni los que piensan que los políticos son honestos.

¿Cómo ha mirado usted (y yo) a una persona cuando ha visto que su fisionomía o su conducta le dejaba descolocado?

Por raro que sea, seamos honestos: a las personas con “enfermedades raras” se les considera raros.

¡¡ Y lo son !!

Son raros porque exigen a todo el que se le acerca romper con sus prejuicios y sus estereotipos.

Son raros porque, salvo que uno tenga un corazón completamente pervertido, extraen lo mejor de todo el que se dirige a ellos.

Son raros porque sin hablar te dicen, «no me importa que te creas “normal”, en tu intimidad más profunda te da miedo pensar que eres más raro que yo».

Son raros porque desde el primer encuentro te van a hacer cuestionarte “¿tú qué piensas de la vida?, ¿dudas si la mía merece la pena?, ¿y la tuya?, ¿y sí tú fueras yo?,  ¿y si yo fuera tu hijo?”

Las personas con condiciones genéticas poco frecuentes han demostrado que la vida es mucho más amplia, mucho más variada, mucho más rica de lo que estamos acostumbrados a pensar. De lo que nos resulta cómodo pensar.

Y sus padres son personas “normales”. NO son raros. Ni son santos. Ni son excepcionales. Ni les ha “elegido Dios” porque  «ellos pueden sobrellevar este “drama” ».

Algunos de ellos salen huyendo.

Otros se deprimen y no levantan cabeza el resto de sus días.

Pero la mayoría, “se elevan ante la oportunidad” y responden a las necesidades de su hijo y a la evidente negligencia crónica de la sociedad de una manera que, ahora sí, nos resulta admirable.

Y ellos nos dicen: “no hay nada extraordinario, tú hubieras hecho lo mismo”.

Doy gracias a aquellos con una condición genética poco frecuente y que he podido conocer por haber enriquecido mi vida más que el premio más grande de la lotería jamás contado.

Doy gracias a sus padres por haberme dado más lecciones de las que la “inteligencia” artificial podrá llegar a dar a nadie.

Solo espero que este día no tenga que ser trasladado, como muchos están intentando, al 28 de diciembre, y en lugar de celebrar el día “más raro del año”, tengamos que celebrar, cada vez con más motivos (más vidas acabadas) el día de los Santos Inocentes: los niños que por tener un código genético no estandarizado han pasado de crecer en el vientre materno a morir en su útero convertido en cadalso.

La naturaleza tiene reglas, y por tanto también tiene excepciones. Aceptémoslas. Celebrémoslas.

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Inauguración de los juegos olímpicos de París, 2024.

Lo acontecido el pasado viernes en la inauguración de los juegos olímpicos de París es la última de las demostraciones de que los que ostentan el poder no soportan a Dios.

Nada nuevo bajo el sol.

Puede que haya quien crea que lo que ocurrió el viernes tiene algo de original o nuevo, pero no es más que la sucesión de sucesos ya sucedidos.

Permítanme que de mi perspectiva.

Creo que para poder entender lo ocurrido es necesario ponerlo en contexto y tener muy en cuenta las referencias que el presidente Macron hizo a dos personas íntima y decididamente involucradas en la legalización del aborto en Francia, algo que él ha culminado logrando introducirlo como un derecho (sic) en la constitución de su país.

No se puede entender la ideología WOKE ni la ideología LGTBI+ separada de la ideología de la cultura de la muerte.

Veamos en primer lugar dos datos, o mejor dicho, la constatación de dos hechos:

1º – La ideología LGTBI+ y la ideología WOKE (sic) han colonizado TODOS los estamentos de poder. Por supuesto la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y todas sus agencias. Esto ya desde hace muchos años. También todos los grupos de poder– siendo los gobiernos, principalmente los de izquierdas sus más claros exponentes. Las universidades – con muy pocas excepciones -, siendo las estadounidenses y canadienses las más beligerantes en esas ideologías, pero ni las hispanoamericanas ni las europeas pretenden quedarse atrás. Pero el viernes demostraron que también han colonizado el comité olímpico internacional (COI) y evidentemente el comité olímpico francés.

Dato.

2º – El espectáculo, provocativo, zafio y realmente denigrante demostró que la ideología LGTBI+ y la ideología WOKE (sic), no tiene nada bueno que ofrecer. NADA.

Si tuviera algo positivo que ofrecer, ¿porqué no lo hicieron?, pues sencillamente porque no pueden.

Sin duda el escaparate era inmejorable, pero ofrecieron lo único que podían.

Si se supone que las olimpiadas son un entorno de fraternidad, de libertad y de igualdad ellos vinieron a demostrar que vienen a dividir, vienen a imponer y vienen a colocarse por encima de los que no piensen como ellos.

Pero insisto, no puede ofrecer nada más, porque esa es su esencia.

(Me pondré la tirita antes de que me salga la herida, NO estoy diciendo que las personas que no se reconocen heterosexuales – por ahorrarme repetir todo el nombre – no tienen nada bueno que ofrecer, en absoluto. Toda persona tiene mucho bueno que ofrecer al mundo – todos somos imagen de Dios. Me refiero a que estos dirigentes y propagandistas de la IDEOLOGÍA tienen como único objetivo el poder y para ello sus medidos y sus formas no pueden ser buenos. Estoy convencido de que a estos ni siquiera les importan las personas (tengan la atracción y la conducta sexual que tengan). Para que se me entienda, creo que a los que mueven los hilos de la IDEOLOGÍA LGTBI+ y la IDEOLOGÍA WOKE, les interesan tanto las personas como a los de la organización “Planned Parenthood” (Paternidad planificada) les interesa la paternidad, los niños o las familias. NADA.

Ahora vayamos a lo que hicieron:

Se mofaron, ridiculizaron y se ciscaron (simbólicamente) en el hecho fundamental de la civilización cristiana.

Como he dicho antes, no pueden ofrecer nada bueno, por lo que tienen que recurrir a algo negativo.

Para ridiculizar o hacer mofa de alguien debes exagerar, distorsionar, travestir el original.

Si lo que estás deformando es esencialmente bueno, el resultado va a ser, necesariamente, un empobrecimiento, una pérdida de su esencia.

Eso es la mofa.

Imagínese pretender ridiculizar a un niño de 4 años. Un niño que es pura inocencia. Ridiculizar la inocencia es sencillamente una asquerosidad. ¿A quién se le puede ocurrir ridiculizar algo que es esencia del amor, “Nadie tiene amor más grande que aquel que entrega la vida por sus amigos” (Jn,15, 13)? Solamente a alguien tan herido afectivamente que ha perdido toda referencia de qué es el amor. Pero por mucho que lo podamos intentar justificar el resultado es descorazonador.

La mofa y la ridiculización requieren, además el disfraz, la escenificación de algo que necesariamente exige una distorsión de la realidad a través de un attrezzo. Si lo que vas a presentar es bello, no necesita ningún tipo de disfraz. Ya defendí en una ocasión (y pido perdón por la autocita) que “los disfraces – aunque sean simples exageraciones de la condición que pretendo representar – son una muestra histriónica de ocultamiento, y más que mostrar orgullo en realidad disfrazan algún tipo de complejo o vergüenza” (www.educarconsentido.com/2017/06/28/día-del-orgullo-gay-2/)

Los disfraces que utilizaron fueron, lógicamente, buscando una apariencia además de llamativa, zafia, fea.

Es lógico, el mal siempre se ha representado simbólicamente a través de lo feo: brujas, monstruos, orcos, seres deformados …

Ahora bien, más allá de lo que ese lamentable espectáculo nos puede llevar a pensar o desear responder, quiero pensar qué respuesta daría Nuestro Señor.

En primer lugar ya que el presidente Macron, los organizadores del espectáculo y el comité olímpico francés disfrutaron de su momento de “gloria”, y utilizaron su mandato para hacer lo aquello que querían, pues bien me viene a la cabeza la contestación de Jesús a Pilatos: “No tendrías ninguna autoridad sobre mi si no te la hubieran dado de lo alto” (Jn, 19, 11ª). Todo está en manos de Dios. Y por mucho que nos duela lo ocurrido, Él tiene todo bajo su control, ¿acaso no permitió que Judas entregara a su Hijo?, o es que creemos que eso “se le pasó”. Pues esto tampoco.

En segundo lugar, ellos que tanto hablan del orgullo: de ser francés, de pertenecer a la casta LGTBI+, etc. ¿de qué se enorgullecen?, ¿de ridiculizar o de denigrar al Señor?

¿Se creen originales?, ¿acaso no conocen los insultos, los escupitajos, y las burlas que recibió (y recibe) a lo largo de toda su Pasión?

No entienden que no es posible humillar a quien se ha humillado voluntariamente hasta la muerte.

Y menos a quien se ha humillado para salvar a toda la humanidad, incluyéndome a mí, incluyéndoles a ellos.

Supongo que lo único que podemos hacer es seguir el consejo de San Pablo: “El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (2 Gal. 10, 17).

Es posible que ellos consideren que no estaban “atacando” al Señor ya que (afirman que) no creen en Él (aunque como he leído en algún artículo, lo ocurrido el otro día es la demostración de que no pueden vivir sin Él), solo estaban … ciscándose un poco en los cristianos. Pero el Señor nos lo dejó bien claro ya desde el siglo I, desde el primero de los perseguidores del cristianismo. Saulo de Tarso no creía en absoluto que estaba persiguiendo a Jesucristo. Para él esa persona había muerto y su cadáver había sido robado. Era absurdo lo que afirmaban aquellos herejes a quien él perseguía, ¿cómo iba a haber resucitado? ¡ ni él ni nadie ! Pero el mismo Dios se lo dijo: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?”. Dijo él “¿Quién eres, Señor?” Respondió: “Soy Jesús, a quien tú persigues” (Hch. 9, 4-5).

Perseguir a los cristianos es perseguir al Cristo mismo. Puede que ellos no lo sepan. O puede que no lo crean. Puede.

En fin. Al final, hay que reconocer a estos del LGTBI+ WOKE que son un instrumento del Señor y nos mueven a la oración, pues si no rezamos todo lo que deberíamos para dar gracias a Dios por todo lo que nos da, al menos que sea para desagraviarle por todos los que le ofenden. A mi personalmente me queda la absoluta tranquilidad que el Señor nos transmitió: “En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo” (Jn, 16, 33b).

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Ya no siento lo mismo

Cualquiera que haya amado el tiempo suficiente, de verdad, en profundidad y hasta las entrañas es muy posible que se haya enfrentado al sentimiento de ausencia, de vacío, y al mirar a quien fue su amor (y aunque no lo sienta, lo más probablemente es que siga siéndolo) perciba la sensación evidente de que todo ha pasado: “ya no siento lo mismo”; quizá incluso “ya no siento nada”.

Es una certeza que puede provocar perplejidad, vértigo, la sensación de estar al borde del precipicio y no ver el fondo.

En ese momento el deseo de huir, de abandonarlo todo (y abandonarle) puede ser acuciante, puede presentarse como la única salida.

¿Pero a qué se debe esta sensación?, ¿es realmente el fin del amor?

Me resulta evidente que esta certeza de ausencia de sentimiento es lo mismo que los mayores amantes, los místicos, llaman la noche oscura; y estoy convencido de que su origen y su fin es el mismo que en el caso del amor místico: purificar el amor.

Como explica Javier Vidal-Quadras en su magnífico libro “Después de amar te amaré”, al comienzo del amor, en eso que llamamos enamoramiento, sucede que vivimos del sentimiento: “¿No es verdad que a veces te sentías enamorado de estar enamorado?”.

El enamoramiento provoca sentimientos tan intensos que puede centrar al amante más en sus propias sensaciones (y por tanto en sí mismo) que en su amado. Como dice la maravillosamente romántica canción de Sam Cooke: “I love you for sentimental reasons”.

Pero pasado el tiempo prudente esos sentimientos deben atemperarse, es bueno dejar de tener la emoción a flor de piel, esa que nos hace sentir tan bien que, en realidad, ni siquiera nos hace falta estar junto al amado para sentirnos así.

Y puede llegar el momento en que ya no solo no sintamos lo mismo, sino que verdaderamente no sintamos nada. Quizá el vacío.

Ahí comienza la purificación del amor. Ahí es cuando podemos comenzar a amar al otro no por lo que provoca en nosotros, sino únicamente por quién es. Porque es. Y eso basta.

Basta no sentir lo mismo que al principio, y mejor aún, no sentir nada.

Mirarle y pensar: “¿Por qué me casé?”.

Y darte cuenta que la única respuesta es: “por quién es”.

No necesitas más. En el amor, en el amor verdadero, tú no importas. Si sientes, bien y si no, también.

Es necesario pasar esa fase que te permite demostrar(te) quién eres.

Así lo expresaba Rudyard Kippling:

“Si logras que tus nervios y tu corazón te asistan,

aún después de su fuga de tu cuerpo en fatiga;

y se agarren contigo cuando no queda nada

porque tú lo deseas y lo quieres y mandas.”

¿Quién manda aquí, tus sentimientos o tú?

Es saber que mi vida es suya.

Cuando te permites sumergirte en esa noche de amor, en esa oscuridad de sentimientos, es entonces cuando el amor maduro puede lograr aparecer.

El amor no ha muerto. No puede. Solo oculta el sentimiento para que puedas amar por amar, sin necesidad de sentir nada. Sin que tú importes.

Y cuando la noche oscura más duele, cuando su cercanía lleva incluso a tales deseos de distanciarse que te hacen dudar de quién eres y quién es esa persona que está a tu lado, es cuando puedes llegar a intuir la respuesta: es mi amor. Es mi amada.

Y la miras y te das cuenta de que TODO tiene sentido. Tu vida tiene sentido, y el sentido es ella.

Entonces el sentimiento ya no depende de su sonrisa ni de sus caricias, ni de que se dé cuenta de que has hecho esto o aquello, ya no depende de nada.

No te hace falta sentir nada para saber que tu estado es estar enamorado.

La ausencia de sentimiento purifica el amor.

Santa Teresita de Liseaux, quien sufrió una profunda oscuridad en su amor, se lo explica de manera sencillísima (como es ella) a su hermano espiritual, el abate Bellière, tras una fase en la que él mismo tuvo que ordenar las dudas de su corazón: «Ahora que la tempestad ha pasado, agradezco a Dios el que se la haya hecho atravesar, porque nosotras leemos en los Santos Libros estas hermosas palabras: “Bienaventurado el hombre que ha sufrido la tentación” (Santiago, 1, 12), y también: “El que no ha sido tentado, ¿qué sabe?” (Eclesiástico, 34, 10)”» (Santa Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz, carta 177, al Abate Bellière, 21 de octubre de 1896).

Pero si el XVIII es llamado el Siglo de las Luces, por la primacía de la razón y el conocimiento, el siglo XXI será conocido como el Siglo de los Sentimientos.

Pretenden que nuestros sentimientos determinen incluso lo que somos (somos lo que sentimos). Y si no siento nada …

Reducir el amor al sentimiento, reducir al ser humano a sus sentimientos es cercenar su esencia, dejarle en un estado absoluto de inmadurez e indefensión. Incapaz de mirar, de buscar más allá de sí mismo.

Realmente es hacerle incapaz de amar.

Si los cónyuges se permitieran sumergirse en la noche oscura … si se permitieran llegar a amar sin necesidad de sentir nada … cada uno podría llegar a madurar, su amor podría llegar a alcanzar el auténtico extasis y experimentar qué significa amar al otro, simplemente porque es.

Y el mundo viviría completamente enamorado.

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La idealización del padre

Hoy es el aniversario del fallecimiento de mi padre.

No importan los años, no importa la ausencia, el amor permanece. Es una de las lecciones que me enseñó con su muerte, desde su muerte.

Hace algunos años alguien me planteó la posibilidad de que aquello que mis hermanos y yo considerábamos que había sido mi padre, la relación que habíamos tenido, fuera en realidad la idealización de una persona; que nuestra idea de quién fue obedeciera más a una quimera fruto del deseo que a una persona de carne y hueso.

Desde entonces muchas veces me he planteado esa posibilidad. ¿Será que he deshumanizado a mi padre, atribuyéndole características que no le pertenecían, o aboliendo en mi mente defectos que le caracterizaban?

He repasado muchas veces mis recuerdos y, por ser el pequeño y haber sufrido su muerte cuando solo tenía dieciséis años, las historias y anécdotas que me han contado de él. He buscado, sobre todo, defectos u errores que le humanizaran, que lograran desmitificarle, sin conseguirlo.

Pero, ¿cómo hemos podido todos los hermanos hacernos una imagen idílica de alguien que era, quizá, vulgarmente humano?, ¿realmente estamos todos, los nueve, equivocados?

Puede que sí. Puede que mi padre fuera un hombre que no hizo nada que mereciera destacar. Hay varios episodios en su vida que le hicieron escapar de la mediocridad o de lo corriente en momentos muy puntuales en su vida. Y siempre estuvo a la altura. En una ocasión llegó al heroísmo, pero ya sabemos que eso en España, se olvida pronto.

Pero más allá de esos hechos puntuales, lo importante está en cómo se comportó y cómo se relacionó con aquellos que tenía cerca en su día a día. Si es cierto que hemos podido llegar a idealizarle ha sido gracias a que su conducta y su forma de tratar a todo el mundo fue, a ojos vista, impecable.

La relación entre mis padres siempre trasmitió diversión – se divertían muchísimo juntos -. Cuando mi padre estaba en casa (era piloto de Iberia) estaban siempre juntos. Siempre. Estaban felices juntos. Me cuesta recordar un momento en que, estando mi padre en casa no estuvieran juntos. No sé si se puede idealizar a un padre que prefiere hacer cualquier cosa antes de pasar tiempo con su esposa. O los que hacen todo lo posible por tener “su tiempo” – su golf, su padel, su mus, su fútbol, su lectura …

Por supuesto siempre hubo entre ellos el máximo respeto. Nunca les oímos discutir. De hecho, si nuestra madre no nos mintió y no usó la mentira para que idealizáramos su relación, en sus treinta y un años de matrimonio solo se enfadaron en una ocasión – por supuesto por algo nimio.

Me pregunto si los hijos que han visto gritarse a sus padres, agredirse verbal o físicamente, o ignorarse durante días … pueden idealizar a alguno de ellos.

Nunca le oímos decir nada despectivo ni nada negativo de mi madre. No cabría en su mente.

He conocido padres que no pierden la oportunidad de señalar los defectos (reales o no) de la madre a sus hijos, que no dudan en decir públicamente “¿eres tonta, o qué?”. Me resulta difícil que alguien que ha oído a su padre criticar a su madre, a veces de manera sistemática, pueda llegar a idealizarle.

Mi padre era característicamente servicial. Nunca dejó de hacer un favor a quien se lo pidiese. Y los demás lo sabían; si estaba en su mano, podían dar por seguro de que ese favor estaría cumplido.

Supongo que debe ser muy difícil idealizar a un padre que le cuesta hacer favores, o que, siendo incapaz de hacerlos, solo sabe emitir deudas: “fulanito me debe un favor”.

Mi padre era leal. Era profundamente leal. Yo diría que es la palabra que mejor le define (al menos en mi mente). Por supuesto fue leal – fiel – a mi madre.

Conozco a muchos hijos que adoran a sus padres y, a pesar de saber que han sido infieles a sus madres, nunca han dejado de quererles, pero supongo que no podrán idealizarles.

Mi padre era leal a sus valores. Siempre que fue necesario los defendió (entre los dieciséis y los diecinueve años lo hizo físicamente). No dudaba en discutir si alguien le cuestionaba algo de lo que él apreciaba y valoraba. Nunca dudó de la verdad y nunca dejó de defenderla.

No sé si hubiera podido idealizar a un padre que hubiera cambiado de valores o que no hubiera sido capaz de defenderlos.

Mi padre fue siempre leal a su empresa. Amaba y cuidaba a Iberia hasta los detalles más nimios. Recuerdo sus enfados si se enteraba que alguno de nosotros nos habíamos traído una manta del avión en alguno de nuestros viajes. ¡Eso no era nuestro, era de Iberia!

Quizá haya quién idealiza a un padre que se aprovecha todo lo que puede, de todo lo que tiene cerca, aunque no le pertenezca, aunque no le corresponda. Yo tengo la suerte de no tener que plantearme esa duda.

Mi padre nos transmitió la fe de manera muy sencilla, solo con su forma de vida, sin imposiciones, ni estridencias. Como recordaba una de mis hermanas. “Siempre le vimos comulgar cada domingo, sin falta. Eso es muy difícil”.

Supongo que será difícil idealizar a un padre que te ha intentado imponer sus valores o sus creencias con mano dura, o con imposiciones. Probablemente en ese caso el resultado sea justo el contrario al que deseaba el padre. A mí no me resulta difícil idealizar a alguien que siempre se mostró coherente.

Recuerdo que en una ocasión discutimos por una discrepancia en nuestros valores y nuestra forma de ver la vida. A pesar de que yo solo tenía catorce años fue una discusión formal, seria. Como cualquier discusión terminamos los dos sin ceder y nos mantuvimos en nuestras respectivas ideas. Él termino la discusión diciendo: “Nachete, no estoy nada de acuerdo contigo, pero me alegra mucho ver cómo has defendido tus ideas, y que has sabido mantenerte firme en tus creencias. Espero que siempre seas capaz de mantenerte así de fuerte”.

¿Idealizamos a mi padre? Quizás ¿Y qué?

Si lo hemos hecho sin duda es culpa suya. Nunca se comportó de forma que nos impidiera hacerlo.

Creo que muchos de los problemas de la juventud de hoy día es porque los padres – sus conductas y sus formas de tratar a los que tienen a su alrededor – impiden a sus hijos no ya llegar a idealizarles, sino ni siquiera considerarles como referente.

Conozco jóvenes que se hacen cortes por el cuerpo, jóvenes que buscan en la droga, en el sexo, en las series o en Instagram algo que no logran encontrar en sus padres. Las tasas de suicidio en jóvenes no hacen más que aumentar. Jóvenes (y no tan jóvenes) que están convencidos de que lo más importante en su vida son ellos mismos – su trabajo, su éxito, su … – Las crisis de identidad tan frecuentes hoy en día en los jóvenes …

Puede que hoy – por culpa de varios factores – sea más difícil que antes ser (un buen) padre – pero la realidad es que nunca ha sido fácil y siempre, en todas las épocas, en todas las culturas ha habido aquellos que se han sabido comportar de manera intachable y han logrado ser un referente para sus hijos, como otros que han perdido la oportunidad de convertirse en el marido y padre que su esposa e hijos merecían.

El mundo sería mucho mejor si todos los hijos tuvieran padres a los que fuera fácil idealizar.

No deseo que mis hijos lleguen a idealizarme, pero me aterra pensar que algo de mi conducta les pudiera impedir hacerlo.

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